Con una semana y cinco cuadras de distancia, la ciudad de Tucumán se desespereza en su zona sud, donde el nombre de la Ciudadela está recuperando su valor histórico, hasta ahora solapado por la identidad futbolera y territorial. Desde que el viernes pasado se abrió el paso al público de la plaza Belgrano, ese paseo se convirtió en un fuerte atractor, reforzado además por las actividades que ha generado el Bicentenario de la Batalla de Tucumán. 
El lunes próximo, cuando en la llamada "plaza cultural" del Abasto tucumano quede inaugurado el flamante Hilton Garden inn, algo de la ciudad habrá empezado a cambiar.  Sólo un futurólogo podría predecir cómo impactarán esos cambios en el mapa urbano; y cuánto tiempo tomará esa transformación, tanto en su faceta inmobiliaria como en la perspectiva de la oferta cultural y de entretenimiento. 
La historia inmediata nos dice que en Tucumán, a diferencia de lo que ocurre en centros urbanos como Rosario o Córdoba, donde la ciudad se transforma en un guiño, los cambios son más lentos. Una prueba, señala una fuente inmobiliaria, es la avenida Perón, en Yerba Buena, que ha tardado 15 años para consolidarse. Por la misma época en que arrancó la transformación de esa zona pedemontana (1997 fue el año de mayor debate) en San Miguel de Tucumán se empezaba a discutir qué hacer con el entonces devastado edificio del Abasto. En esa década y media, los ejes del debate fueron dos: 1) qué hacer con un edificio histórico, de los años 30, que llevaba la firma del notable tucumano Alberto Prebisch; 2) qué uso proyectarle a ese predio. Corrió mucha agua bajo el puente, hasta que el banco Macro encaró un proyecto que arrancó con la idea de un centro comercial y viró al emprendimiento hotelero  internacional como eje de una propuesta que incluye un centro de convenciones, algunos locales gastronómicos y sala de juegos (maquinitas y bingo), una "plaza cultural" y una sala teatral, todo bajo el nombre de "Central tucumano". Los procesos del Abasto y de la plaza Belgrano tienen parecidos y diferencias: la puesta en valor de la Belgrano fue la respuesta obligada a la necesidad de recuperar un espacio público que siempre ha estado en la tradición de uso de los vecinos del barrio Sur (y del hospital Padilla). En otras palabras: es la respuesta del municipio a una vieja demanda de la gente. 
La iniciativa del Central Tucumano, en cambio, nace a partir de una oferta, que deberá "dialogar" con otros espacios públicos y privados para integrarse a un barrio que, como el Abasto, exhibe una identidad híbrida; hoy mezcla resabios de la actividad frutihortícola que tuvo su auge en el siglo XX con el polo bolichero que arrancó en 2004 y que en 2006, tras la muerte trágica de Paulina Lebbos, se convirtió en zona roja. Por eso, para los responsables del Central Tucumano, el gran desafío es la reconversión de la oferta nocturna de la zona a un nivel de servicios más acorde con el que ofrece un hotel como el Hilton. Fuentes del sector inmobiliario opinan que los cambios que se generarán con el nuevo emplazamiento como atractor no serán inmediatos. 
Desde el urbanismo, miradas más optimistas proyectan la integración del emprendimiento con el vecino Lillo (hay diálogo entre las partes, propiciada por la Municipalidad) y con el área más vasta del parque Avellaneda y Museo de la UNT. Y recuerdan que la nueva Terminal de ómnibus generó un nuevo entorno en los años 90, como lo hizo la Quinta Agronómica en los años 60. Aseguran, en esa dirección, que toda obra modifica su entorno. Y no desconocen que, si hablamos de la ciudad, la Municipalidad ha de ser el gran promotor urbanístico, el puente entre la oferta del mercado y el vecino.